Hay un punto en la metafísica que debe ser común, el cual es el hálito de vida que viene de Dios Padre. En nuestra línea esotérica la nombramos "Llama Trina", la misma es un fuego sagrado que proviene de Dios y se instala en el corazón, en un lugar que denominamos la cámara secreta del corazón.Este fuego sagrado de vida son en realidad tres plumas de unos tres milímetros de alto y está presente mientras el Ser tenga vida humana, da calor y vida. No se la detecta con la cirugía o el bisturí, debemos aclarar que la misma desaparece no por extinción si no por trasladarse al cuerpo Crístico, que es la energía intermediaria existente entre la parte individualizada de Dios -llamada Divina Presencia- en nosotros y el cuerpo físico. Llamamos plumas a estas energias por su forma y tienen tres colores distintos: el azul, el amarillo dorado y el rosado. La de color azul está ubicada en el lado izquierdo y ancla en el hombre la fuerza de voluntad y la fe de Dios Padre, la fuerza a la determinación divina para desarrollar nuestro plan divino en nuestras encarnaciones a través de nuestros cuerpos inferiores.
Hay un punto en la metafísica que debe ser común, el cual es el hálito de vida que viene de Dios Padre. En nuestra línea esotérica la nombramos "Llama Trina", la misma es un fuego sagrado que proviene de Dios y se instala en el corazón, en un lugar que denominamos la cámara secreta del corazón.Este fuego sagrado de vida son en realidad tres plumas de unos tres milímetros de alto y está presente mientras el Ser tenga vida humana, da calor y vida. No se la detecta con la cirugía o el bisturí, debemos aclarar que la misma desaparece no por extinción si no por trasladarse al cuerpo Crístico, que es la energía intermediaria existente entre la parte individualizada de Dios -llamada Divina Presencia- en nosotros y el cuerpo físico. Llamamos plumas a estas energias por su forma y tienen tres colores distintos: el azul, el amarillo dorado y el rosado. La de color azul está ubicada en el lado izquierdo y ancla en el hombre la fuerza de voluntad y la fe de Dios Padre, la fuerza a la determinación divina para desarrollar nuestro plan divino en nuestras encarnaciones a través de nuestros cuerpos inferiores.