Author: | Alarcon Pedro | ISBN: | 9781486419050 |
Publisher: | Emereo Publishing | Publication: | October 24, 2012 |
Imprint: | Emereo Publishing | Language: | English |
Author: | Alarcon Pedro |
ISBN: | 9781486419050 |
Publisher: | Emereo Publishing |
Publication: | October 24, 2012 |
Imprint: | Emereo Publishing |
Language: | English |
This is a new and freshly published edition of this culturally important work by Pedro Antonio de Alarcon, which is now, at last, again available to you.
Enjoy this classic work today. These selected paragraphs distill the contents and give you a quick look inside El Capitan Veneno:
En el piso bajo de la izquierda de una humilde pero graciosa y limpia casa de la calle de Preciados, calle muy estrecha y retorcida en aquel entonces, y teatro de la refriega en tal momento, vivían[13] solas, esto es, sin la compañía de hombre ninguno, tres buenas y piadosas[14] mujeres, que mucho se diferenciaban entre sí en cuanto al ser físico y estado social, puesto que éranse que se eran[15] una señora mayor, viuda, guipuzcoana, de aspecto grave y distinguido; una hija suya, joven, soltera, natural de Madrid, y bastante guapa, aunque de tipo diferente al de la madre (lo cual daba a entender que había salido en todo a su padre),[16] y una doméstica,[17] imposible de filiar o describir, sin edad, figura ni casi sexo determinables, bautizada, hasta cierto punto,[18] en Mondoñedo, y a la cual ya hemos hecho demasiado favor (como también se lo hizo aquel señor Cura) con reconocer que pertenecía a la especie humana
...
...Temía la noble viuda, primero por su hija, después por el resto del género humano, y en último término por sí propia; y temía la gallega, ante todo, por su querido pellejo;[34] en segundo lugar, por su estómago y por el de sus amas, pues la tinaja del agua estaba casi vacía y el panadero no había parecido con el pan de la tarde y, en tercer lugar, un poquitillo por los soldados o paisanos hijos de Galicia[35] que pudieran morir o perder algo en la contienda.—Y no hablamos del terror de la hija, porque, ya lo neutralizase la curiosidad, ya no tuviese acceso en su alma, más varonil que femenina, era el caso que la gentil doncella, desoyendo[36] consejos y órdenes de su madre, y lamentos o aullidos de la criada, ambas escondidas en los aposentos interiores, se escurría de vez en cuando a las habitaciones que daban[37] a la calle, y hasta abría las maderas de alguna reja, para formar exacto juicio del ser y estado de la lucha.
...Desde luego respondió de que el Capitán no moriría, dado que saliese antes de veinticuatro horas de aquel profundo amodorramiento, indicio de una grave conmoción cerebral causada por la lesión que en la frente le había producido un proyectil oblicuo (disparado con arma de fuego, sin quebrantarle,[72] aunque sí contundiéndole, el hueso frontal), precisamente en el sitio en que tenía la herida, a consecuencia de nuestras desgraciadas discordias civiles y de haberse mezclado aquel hombre en ellas; añadiendo en seguida, por vía de glosa, que si la susodicha conmoción cerebral no cesaba dentro del plazo marcado, el Capitán moriría sin remedio, en señal de haber sido demasiado fuerte el golpe del proyectil; y que, respecto a si cesaría o no cesaría la tal conmoción antes de las veinticuatro horas, se reservaba su pronóstico hasta la tarde siguiente.Dichas estas verdades de a folio, recomendó muchísimo, y hasta con pesadez (sin duda por conocer[73] bien a las hijas de Eva), que cuando el herido recobrase el conocimiento no le permitieran hablar, ni le hablaran ellas de cosa alguna, por urgente que les pareciese entrar en conversación con él; dejó instrucciones verbales y recetas escritas para todos los casos y accidentes que pudieran sobrevenir; quedó en[74] volver al otro día, aunque también hubiese tiros, a fuer de hombre tan cabal como buen médico y como inocente orador, y se marchó a su casa, por si[75] le llamaban para otro apuro semejante; no, empero, sin aconsejar a la conturbada viuda que se acostara temprano, pues no tenía el pulso en caja, y era muy posible que le entrase una poca fiebre al llegar[76] la noche
This is a new and freshly published edition of this culturally important work by Pedro Antonio de Alarcon, which is now, at last, again available to you.
Enjoy this classic work today. These selected paragraphs distill the contents and give you a quick look inside El Capitan Veneno:
En el piso bajo de la izquierda de una humilde pero graciosa y limpia casa de la calle de Preciados, calle muy estrecha y retorcida en aquel entonces, y teatro de la refriega en tal momento, vivían[13] solas, esto es, sin la compañía de hombre ninguno, tres buenas y piadosas[14] mujeres, que mucho se diferenciaban entre sí en cuanto al ser físico y estado social, puesto que éranse que se eran[15] una señora mayor, viuda, guipuzcoana, de aspecto grave y distinguido; una hija suya, joven, soltera, natural de Madrid, y bastante guapa, aunque de tipo diferente al de la madre (lo cual daba a entender que había salido en todo a su padre),[16] y una doméstica,[17] imposible de filiar o describir, sin edad, figura ni casi sexo determinables, bautizada, hasta cierto punto,[18] en Mondoñedo, y a la cual ya hemos hecho demasiado favor (como también se lo hizo aquel señor Cura) con reconocer que pertenecía a la especie humana
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...Temía la noble viuda, primero por su hija, después por el resto del género humano, y en último término por sí propia; y temía la gallega, ante todo, por su querido pellejo;[34] en segundo lugar, por su estómago y por el de sus amas, pues la tinaja del agua estaba casi vacía y el panadero no había parecido con el pan de la tarde y, en tercer lugar, un poquitillo por los soldados o paisanos hijos de Galicia[35] que pudieran morir o perder algo en la contienda.—Y no hablamos del terror de la hija, porque, ya lo neutralizase la curiosidad, ya no tuviese acceso en su alma, más varonil que femenina, era el caso que la gentil doncella, desoyendo[36] consejos y órdenes de su madre, y lamentos o aullidos de la criada, ambas escondidas en los aposentos interiores, se escurría de vez en cuando a las habitaciones que daban[37] a la calle, y hasta abría las maderas de alguna reja, para formar exacto juicio del ser y estado de la lucha.
...Desde luego respondió de que el Capitán no moriría, dado que saliese antes de veinticuatro horas de aquel profundo amodorramiento, indicio de una grave conmoción cerebral causada por la lesión que en la frente le había producido un proyectil oblicuo (disparado con arma de fuego, sin quebrantarle,[72] aunque sí contundiéndole, el hueso frontal), precisamente en el sitio en que tenía la herida, a consecuencia de nuestras desgraciadas discordias civiles y de haberse mezclado aquel hombre en ellas; añadiendo en seguida, por vía de glosa, que si la susodicha conmoción cerebral no cesaba dentro del plazo marcado, el Capitán moriría sin remedio, en señal de haber sido demasiado fuerte el golpe del proyectil; y que, respecto a si cesaría o no cesaría la tal conmoción antes de las veinticuatro horas, se reservaba su pronóstico hasta la tarde siguiente.Dichas estas verdades de a folio, recomendó muchísimo, y hasta con pesadez (sin duda por conocer[73] bien a las hijas de Eva), que cuando el herido recobrase el conocimiento no le permitieran hablar, ni le hablaran ellas de cosa alguna, por urgente que les pareciese entrar en conversación con él; dejó instrucciones verbales y recetas escritas para todos los casos y accidentes que pudieran sobrevenir; quedó en[74] volver al otro día, aunque también hubiese tiros, a fuer de hombre tan cabal como buen médico y como inocente orador, y se marchó a su casa, por si[75] le llamaban para otro apuro semejante; no, empero, sin aconsejar a la conturbada viuda que se acostara temprano, pues no tenía el pulso en caja, y era muy posible que le entrase una poca fiebre al llegar[76] la noche