Author: | Myconos Kitomher, J. K. Vélez | ISBN: | 1230000302086 |
Publisher: | Nuevos Autores | Publication: | February 19, 2015 |
Imprint: | Language: | Spanish |
Author: | Myconos Kitomher, J. K. Vélez |
ISBN: | 1230000302086 |
Publisher: | Nuevos Autores |
Publication: | February 19, 2015 |
Imprint: | |
Language: | Spanish |
Consigue estos dos ebooks a un precio alucinante.
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Las reglas del juego: Una aventura de aceitunas asesinas
por Myconos Kitomher
Susan, una mujer atrapada en un juego macabro con su grupo de nuevas amigas, se verá obligada a enfrentarse a ellas para salvar la vida de su marido y de sus dos hijos.
Fragmento:
—No sé lo que es, pero Isobel tiene uno. Se lo vi el pasado viernes, durante la partida. Le caminaba por debajo de la piel, le bajaba por el cuello.
—¿Y no dijiste nada?
—Me pareció divertido. Supongo que no estaba en mis cabales.
—¿Y ahora lo estás?
—¡Ahora lo tengo dentro! ¡No es lo mismo, joder!
—A ver, no te muevas. Déjame que lo mire otra vez. Quizá hayan sido imaginaciones mías.
Susan volvió a apartarle el pelo, pero esta vez le metió el cañón de la pistola en el costado.
—No te muevas si quieres conservar las tripas dentro.
—Qué agradable te has vuelto.
—Culpa vuestra.
El bulto había desaparecido. Susan estaba por creer que se lo había imaginado cuando volvió a localizarlo, en medio del cuello. Muy despacio, sin creer que aquello pudiera estar sucediendo realmente, pero consciente de que no soñaba, acercó un dedo al extraño bulto. Era más bien alargado, más o menos del tamaño de una canica, pero con la forma de un melón. Cuando Susan lo palpó con el dedo índice, la cosa echó a correr cuello abajo, abultando la piel a su paso.
—Dios Santo...
—¿Qué pasa?
—Madre mía...
—¡Susan!
—¿No lo sientes? Te… te está bajando.
—¡No siento nada de nada! ¡Déjame parar, no puedo conducir así!
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El Inspirador Mejorado
¿Qué harías si un día al salir de casa descubrieras que en la de los vecinos hay un perro mecánico de ojos encendidos?
¿Qué pasaría si no fueras capaz de recordar quién eres o si fueras consciente de que una fuerza desconocida intenta borrar tu identidad?
¿Aceptarías convivir durante un mes con cinco extraños un poco locos para hacer realidad uno de tus sueños?
¿Y si tu realidad fuera un sueño de locos un tanto extraño?
Y lo más importante de todo... ¿Comprarías esta novela para descubrirlo?
Fragmento:
Entonces me acordé del perro metálico.
Ahora, al solete del mediodía, me parecía que debía haber sido un sueño. Aun así, cerré la puerta del coche y me aproximé a la verja con paso indeciso.
Un par de herramientas para el jardín, una piscina hinchable deshinchada, unas cuantas bolas de billar de un billar de juguete… ¿Unas redes de pescar?
Pero ni rastro del perro con ruedas. Sin embargo, al fondo, junto a la puerta de la cocina, distinguí una caseta para perros. ¿Tendría el perro androide una caseta para perros, como los perros de verdad? Los perros androides si llueve se mojan, como los demás. Una caseta sería lo propio, para evitar un cortocircuito en su cerebro positrónico canino.
Pensé en llamar a la puerta, pero de pronto me di cuenta de que no me acordaba de mis vecinos. ¿Quién vivía junto a mi casa?
Entonces tuve la espeluznante sensación de que tampoco mi casa era mi casa.
Y luego descubrí que yo no era yo.
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Las reglas del juego: Una aventura de aceitunas asesinas
por Myconos Kitomher
Susan, una mujer atrapada en un juego macabro con su grupo de nuevas amigas, se verá obligada a enfrentarse a ellas para salvar la vida de su marido y de sus dos hijos.
Fragmento:
—No sé lo que es, pero Isobel tiene uno. Se lo vi el pasado viernes, durante la partida. Le caminaba por debajo de la piel, le bajaba por el cuello.
—¿Y no dijiste nada?
—Me pareció divertido. Supongo que no estaba en mis cabales.
—¿Y ahora lo estás?
—¡Ahora lo tengo dentro! ¡No es lo mismo, joder!
—A ver, no te muevas. Déjame que lo mire otra vez. Quizá hayan sido imaginaciones mías.
Susan volvió a apartarle el pelo, pero esta vez le metió el cañón de la pistola en el costado.
—No te muevas si quieres conservar las tripas dentro.
—Qué agradable te has vuelto.
—Culpa vuestra.
El bulto había desaparecido. Susan estaba por creer que se lo había imaginado cuando volvió a localizarlo, en medio del cuello. Muy despacio, sin creer que aquello pudiera estar sucediendo realmente, pero consciente de que no soñaba, acercó un dedo al extraño bulto. Era más bien alargado, más o menos del tamaño de una canica, pero con la forma de un melón. Cuando Susan lo palpó con el dedo índice, la cosa echó a correr cuello abajo, abultando la piel a su paso.
—Dios Santo...
—¿Qué pasa?
—Madre mía...
—¡Susan!
—¿No lo sientes? Te… te está bajando.
—¡No siento nada de nada! ¡Déjame parar, no puedo conducir así!
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El Inspirador Mejorado
¿Qué harías si un día al salir de casa descubrieras que en la de los vecinos hay un perro mecánico de ojos encendidos?
¿Qué pasaría si no fueras capaz de recordar quién eres o si fueras consciente de que una fuerza desconocida intenta borrar tu identidad?
¿Aceptarías convivir durante un mes con cinco extraños un poco locos para hacer realidad uno de tus sueños?
¿Y si tu realidad fuera un sueño de locos un tanto extraño?
Y lo más importante de todo... ¿Comprarías esta novela para descubrirlo?
Fragmento:
Entonces me acordé del perro metálico.
Ahora, al solete del mediodía, me parecía que debía haber sido un sueño. Aun así, cerré la puerta del coche y me aproximé a la verja con paso indeciso.
Un par de herramientas para el jardín, una piscina hinchable deshinchada, unas cuantas bolas de billar de un billar de juguete… ¿Unas redes de pescar?
Pero ni rastro del perro con ruedas. Sin embargo, al fondo, junto a la puerta de la cocina, distinguí una caseta para perros. ¿Tendría el perro androide una caseta para perros, como los perros de verdad? Los perros androides si llueve se mojan, como los demás. Una caseta sería lo propio, para evitar un cortocircuito en su cerebro positrónico canino.
Pensé en llamar a la puerta, pero de pronto me di cuenta de que no me acordaba de mis vecinos. ¿Quién vivía junto a mi casa?
Entonces tuve la espeluznante sensación de que tampoco mi casa era mi casa.
Y luego descubrí que yo no era yo.