Author: | Myconos Kitomher, J. K. Vélez | ISBN: | 9781311379924 |
Publisher: | PROMeBOOK | Publication: | February 21, 2015 |
Imprint: | Smashwords Edition | Language: | Spanish |
Author: | Myconos Kitomher, J. K. Vélez |
ISBN: | 9781311379924 |
Publisher: | PROMeBOOK |
Publication: | February 21, 2015 |
Imprint: | Smashwords Edition |
Language: | Spanish |
Consigue estos dos ebooks a un precio fantástico.
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Las reglas del juego: Una aventura de aceitunas asesinas
por Myconos Kitomher
Susan, una mujer atrapada en un juego macabro con su grupo de nuevas amigas, se verá obligada a enfrentarse a ellas para salvar la vida de su marido y de sus dos hijos.
Fragmento:
—No sé lo que es, pero Isobel tiene uno. Se lo vi el pasado viernes, durante la partida. Le caminaba por debajo de la piel, le bajaba por el cuello.
—¿Y no dijiste nada?
—Me pareció divertido. Supongo que no estaba en mis cabales.
—¿Y ahora lo estás?
—¡Ahora lo tengo dentro! ¡No es lo mismo, joder!
—A ver, no te muevas. Déjame que lo mire otra vez. Quizá hayan sido imaginaciones mías.
Susan volvió a apartarle el pelo, pero esta vez le metió el cañón de la pistola en el costado.
—No te muevas si quieres conservar las tripas dentro.
—Qué agradable te has vuelto.
—Culpa vuestra.
El bulto había desaparecido. Susan estaba por creer que se lo había imaginado cuando volvió a localizarlo, en medio del cuello. Muy despacio, sin creer que aquello pudiera estar sucediendo realmente, pero consciente de que no soñaba, acercó un dedo al extraño bulto. Era más bien alargado, más o menos del tamaño de una canica, pero con la forma de un melón. Cuando Susan lo palpó con el dedo índice, la cosa echó a correr cuello abajo, abultando la piel a su paso.
—Dios Santo...
—¿Qué pasa?
—Madre mía...
—¡Susan!
—¿No lo sientes? Te… te está bajando.
—¡No siento nada de nada! ¡Déjame parar, no puedo conducir así!
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Un Comienzo para un Final
J. K. Vélez
Un viaje que comienza como tantos otros en un tren y que puede ser el principio de la locura o, quizá, de una nueva e inesperada vida.
Fragmentos:
(1) Todo empezó hace tres meses.
Conozco a Esteban desde hace muchos años. Puedo decir que no creo que haya quien lo conozca mejor que yo. Cuando Esteban está deprimido, yo lo sé. Cuando Esteban está fingiendo estar estupendamente para que yo no sepa que está deprimido, yo lo sé. Cuando Esteban está exultante, para que no se note que está fingiendo estar estupendamente para que yo no sepa que está deprimido, yo lo sé. Hasta cuando Esteban está espléndido para que se me pase por alto que está exultante para que no se note que está fingiendo estar estupendamente para que yo no sepa que está deprimido, yo lo sé.
Por eso, cuando entró en la redacción aquella mañana de Junio, saludando efusivamente, sonriendo a todo el mundo, amigos, enemigos y simpatizantes, convertido su andar en una danza... (1)
(2) Hoy es la primera vez que veo salir al señor Gabriel de la habitación que ha alquilado en mi hostal. Qué tipo más extraño. Me pregunto qué llevaba en esa birria de maleta con la que llegó. Armas. Seguro. Una metralleta, a cachos. Una Uzi. Sí... Una Uzi de diseño redondeado, de acero estampado. Con mecanismo de acerrojamiento y apertura por inercia de masas. O sobres con Ántrax. O quizá un cadáver. Bueno, ahí no cabría entero, pero igual están los menudillos. (2)
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Las reglas del juego: Una aventura de aceitunas asesinas
por Myconos Kitomher
Susan, una mujer atrapada en un juego macabro con su grupo de nuevas amigas, se verá obligada a enfrentarse a ellas para salvar la vida de su marido y de sus dos hijos.
Fragmento:
—No sé lo que es, pero Isobel tiene uno. Se lo vi el pasado viernes, durante la partida. Le caminaba por debajo de la piel, le bajaba por el cuello.
—¿Y no dijiste nada?
—Me pareció divertido. Supongo que no estaba en mis cabales.
—¿Y ahora lo estás?
—¡Ahora lo tengo dentro! ¡No es lo mismo, joder!
—A ver, no te muevas. Déjame que lo mire otra vez. Quizá hayan sido imaginaciones mías.
Susan volvió a apartarle el pelo, pero esta vez le metió el cañón de la pistola en el costado.
—No te muevas si quieres conservar las tripas dentro.
—Qué agradable te has vuelto.
—Culpa vuestra.
El bulto había desaparecido. Susan estaba por creer que se lo había imaginado cuando volvió a localizarlo, en medio del cuello. Muy despacio, sin creer que aquello pudiera estar sucediendo realmente, pero consciente de que no soñaba, acercó un dedo al extraño bulto. Era más bien alargado, más o menos del tamaño de una canica, pero con la forma de un melón. Cuando Susan lo palpó con el dedo índice, la cosa echó a correr cuello abajo, abultando la piel a su paso.
—Dios Santo...
—¿Qué pasa?
—Madre mía...
—¡Susan!
—¿No lo sientes? Te… te está bajando.
—¡No siento nada de nada! ¡Déjame parar, no puedo conducir así!
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Un Comienzo para un Final
J. K. Vélez
Un viaje que comienza como tantos otros en un tren y que puede ser el principio de la locura o, quizá, de una nueva e inesperada vida.
Fragmentos:
(1) Todo empezó hace tres meses.
Conozco a Esteban desde hace muchos años. Puedo decir que no creo que haya quien lo conozca mejor que yo. Cuando Esteban está deprimido, yo lo sé. Cuando Esteban está fingiendo estar estupendamente para que yo no sepa que está deprimido, yo lo sé. Cuando Esteban está exultante, para que no se note que está fingiendo estar estupendamente para que yo no sepa que está deprimido, yo lo sé. Hasta cuando Esteban está espléndido para que se me pase por alto que está exultante para que no se note que está fingiendo estar estupendamente para que yo no sepa que está deprimido, yo lo sé.
Por eso, cuando entró en la redacción aquella mañana de Junio, saludando efusivamente, sonriendo a todo el mundo, amigos, enemigos y simpatizantes, convertido su andar en una danza... (1)
(2) Hoy es la primera vez que veo salir al señor Gabriel de la habitación que ha alquilado en mi hostal. Qué tipo más extraño. Me pregunto qué llevaba en esa birria de maleta con la que llegó. Armas. Seguro. Una metralleta, a cachos. Una Uzi. Sí... Una Uzi de diseño redondeado, de acero estampado. Con mecanismo de acerrojamiento y apertura por inercia de masas. O sobres con Ántrax. O quizá un cadáver. Bueno, ahí no cabría entero, pero igual están los menudillos. (2)