El alma alentando la fe que la llena, flotando en espacios de luz y armonía, con habla sonora que blanda resuena, mi musa, en sencilla veraz cantilena, hermosas oyentes, su voz os envia; Dios haga que ledas la péñola mia honreis aceptando su fruto humildoso; así la fortuna con signo dichoso os dé largos años de amor y alegría. II. Yo soy de una tierra de eternos verjeles, do en grutas sombrosas de altivos laureles se aspira la gloria del nombre español; do corren las fuentes por cauces de flores, do vagan rientes graciosos amores, do brilla cual oro la lumbre del sol. Do alienta la vírgen de tez africana de espíritu ardiente, cual lava que emana del cráter profundo de hirviente volcan, la luz en la frente del alba serena, el fuego en los ojos que al alma enajena en dulce mirada de lánguido afan; el seno que alienta potente latido, que inquieto, al impulso del fuego escondido, el alma revela que sueña el amor; la leve sonrisa del labio hechicero que fresco y purpúreo ya exhala agorero un triste gemido de vago dolor; la planta que leve las flores no mata; la crencha sedosa que el viento desata y rico perfume difunde al flotar; la dulce morena de acento suave, gacela que trisca, fantástica ave que el alma adormece con blando cantar; magnolia en que toma su esencia la brisa, suspiro del cielo, divina sonrisa del ángel que guarda la dicha sin fin; hurí que en los sueños vagó de Mahoma; arcángel humano que esconde en su loma velado por flores el alto Albaicin
El alma alentando la fe que la llena, flotando en espacios de luz y armonía, con habla sonora que blanda resuena, mi musa, en sencilla veraz cantilena, hermosas oyentes, su voz os envia; Dios haga que ledas la péñola mia honreis aceptando su fruto humildoso; así la fortuna con signo dichoso os dé largos años de amor y alegría. II. Yo soy de una tierra de eternos verjeles, do en grutas sombrosas de altivos laureles se aspira la gloria del nombre español; do corren las fuentes por cauces de flores, do vagan rientes graciosos amores, do brilla cual oro la lumbre del sol. Do alienta la vírgen de tez africana de espíritu ardiente, cual lava que emana del cráter profundo de hirviente volcan, la luz en la frente del alba serena, el fuego en los ojos que al alma enajena en dulce mirada de lánguido afan; el seno que alienta potente latido, que inquieto, al impulso del fuego escondido, el alma revela que sueña el amor; la leve sonrisa del labio hechicero que fresco y purpúreo ya exhala agorero un triste gemido de vago dolor; la planta que leve las flores no mata; la crencha sedosa que el viento desata y rico perfume difunde al flotar; la dulce morena de acento suave, gacela que trisca, fantástica ave que el alma adormece con blando cantar; magnolia en que toma su esencia la brisa, suspiro del cielo, divina sonrisa del ángel que guarda la dicha sin fin; hurí que en los sueños vagó de Mahoma; arcángel humano que esconde en su loma velado por flores el alto Albaicin