Un hombre decide quedarse acostado en su cama todos los domingos y, mientras lo hace, se graba a sí mismo imaginando historias de amor. Podría parecer el video de alguien mediocre y estéril, pero la novela explora el movimiento y la fertilidad imaginativa de ese aparente sedentarismo moderno. La historia imaginada es la de Juan y Carolina, una pareja que se enfrenta a las frustraciones, las vergüenzas, las separaciones, las certidumbres y las dudas que el amor exige y a las que conduce. Alrededor de estas implicaciones del amor, que fluctúan entre un apología y una traición al melodrama, se va definiendo y poniendo en duda cuál es el don que cada uno posee. Juan no sabe muy bien si su don es ser un gran cineasta, tener la capacidad de tener sexo con un número de mujeres que progresivamente va aumentando, la sensibilidad o el amor. El don de Carolina puede ser el amor a su esposo, la desacralización de la maternidad, la doble paternidad de sus hijos compartida con Juan, su divertida sexualidad o la capacidad para estar siempre asediada y querida por los hombres. Para ambos personajes puede haber una forma común de asumir y ser el don: apropiándose y renovando el papel de Don Juan Tenorio.
El don de Juan es también la búsqueda o la pregunta por el don del imaginador. A partir de un collage que explora distintas expresiones cinematográficas que se enlazan como metatextos fragmentarios, se va formando una confusión entre quién es realmente el imaginador y quién el imaginado. Se confunden los planos espaciales y temporales y los personajes asumen el papel de aquel que los imagina, se convierten en los autores de su propio autor. Así, se pone en juego el papel que desempeña el autor y la manera en que el lector se puede enfrentar a una obra literaria que propone esquivar los rótulos, las cronologías, la certidumbre sobre los personajes. Y, en medio de esos flujos y contraflujos de la historia, surgen las preguntas: ¿Qué es, entonces, el amor en el mundo contemporáneo? ¿Es posible ser donjuán en la sociedad globalizada? ¿Le corresponderá ahora a la mujer ese papel hasta hace poco casi exclusivamente masculino? ¿Quién es el autor? ¿Todo los narradores son autores? ¿El autor es el lector?
Un hombre decide quedarse acostado en su cama todos los domingos y, mientras lo hace, se graba a sí mismo imaginando historias de amor. Podría parecer el video de alguien mediocre y estéril, pero la novela explora el movimiento y la fertilidad imaginativa de ese aparente sedentarismo moderno. La historia imaginada es la de Juan y Carolina, una pareja que se enfrenta a las frustraciones, las vergüenzas, las separaciones, las certidumbres y las dudas que el amor exige y a las que conduce. Alrededor de estas implicaciones del amor, que fluctúan entre un apología y una traición al melodrama, se va definiendo y poniendo en duda cuál es el don que cada uno posee. Juan no sabe muy bien si su don es ser un gran cineasta, tener la capacidad de tener sexo con un número de mujeres que progresivamente va aumentando, la sensibilidad o el amor. El don de Carolina puede ser el amor a su esposo, la desacralización de la maternidad, la doble paternidad de sus hijos compartida con Juan, su divertida sexualidad o la capacidad para estar siempre asediada y querida por los hombres. Para ambos personajes puede haber una forma común de asumir y ser el don: apropiándose y renovando el papel de Don Juan Tenorio.
El don de Juan es también la búsqueda o la pregunta por el don del imaginador. A partir de un collage que explora distintas expresiones cinematográficas que se enlazan como metatextos fragmentarios, se va formando una confusión entre quién es realmente el imaginador y quién el imaginado. Se confunden los planos espaciales y temporales y los personajes asumen el papel de aquel que los imagina, se convierten en los autores de su propio autor. Así, se pone en juego el papel que desempeña el autor y la manera en que el lector se puede enfrentar a una obra literaria que propone esquivar los rótulos, las cronologías, la certidumbre sobre los personajes. Y, en medio de esos flujos y contraflujos de la historia, surgen las preguntas: ¿Qué es, entonces, el amor en el mundo contemporáneo? ¿Es posible ser donjuán en la sociedad globalizada? ¿Le corresponderá ahora a la mujer ese papel hasta hace poco casi exclusivamente masculino? ¿Quién es el autor? ¿Todo los narradores son autores? ¿El autor es el lector?